Con el placer de un coleccionista, Perec nos mostró que la literatura también es juego y que detrás del telón de la cotidianidad se encuentra la poesía de lo anodino. Tras la fachada de un simple edificio parisino encontró un archivo de historias. Narrar es también aprender a mirar, captar los relat...
Con el placer de un coleccionista, Perec nos mostró que la literatura también es juego y que detrás del telón de la cotidianidad se encuentra la poesía de lo anodino. Tras la fachada de un simple edificio parisino encontró un archivo de historias. Narrar es también aprender a mirar, captar los relatos de vida que configuran ese monumental puzzle al que todavía llamamos realidad. Llegué a este libro en un momento en el que la literatura amenazaba con convertirse en un mundo demasiado melancólico. Encontré en él un golpe de vida. Me enamoré de Bartlebooth y de su alocado proyecto, detrás del cual late una gran intuición: que la belleza a veces es inútil y por ende más bella. Recorrí las mil y una historias que acá se cuentan, arropado por el mismo asombro con el que imagino los renacentistas debieron haber explorado sus gabinetes de curiosidades. Y supe que la literatura podía ser otra cosa: un juego muy serio que refleja nuestra sonrisa más pícara. Carlos Fonseca Ilustración de cubierta Violeta Lópiz
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