Eduardo Martínez de Pisón, entusiasta verniano, se declara un verdadero tintonófilo en este nuevo e iluminador ensayo. El planeta Tintín creado por Hergé es un mundo dibujado e imaginario pero con fundamento real que, aunque pertenece, en lo físico, lo político, lo social y lo cultural, al momento e...
Eduardo Martínez de Pisón, entusiasta verniano, se declara un verdadero tintonófilo en este nuevo e iluminador ensayo. El planeta Tintín creado por Hergé es un mundo dibujado e imaginario pero con fundamento real que, aunque pertenece, en lo físico, lo político, lo social y lo cultural, al momento en que fue dibujado –una visión del mundo ciertamente eurocéntrica, pero inserta en la tradición de los libros de viajes–, a la vez que es ya historia trasciende, junto a sus personajes, lugares, situaciones y aventuras, todo tiempo y se convierte en un arquetipo digno de estudio. Más allá del placer que nos proporcionan como obra artística, en la sencilla genialidad de los argumentos y sus imágenes, los viajes y los paisajes de Tintín conforman una «imago mundi» que en cada dibujo atesora una geografía, real o inventada, en lugares ubicables en un mapa más o menos identificable.
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