Con la madurez de Juan de Médicis el Quattrocento florentino acogió el nacimiento de un linaje excepcional. Cosme, llamado “el Padre de la Patria”, Lorenzo, “el Magnífico”, o Cosme I, “el gran duque” colocaron a la pequeña ciudad italiana en la élite del mundo civilizado. Como ocurrió con las grande...
Con la madurez de Juan de Médicis el Quattrocento florentino acogió el nacimiento de un linaje excepcional. Cosme, llamado “el Padre de la Patria”, Lorenzo, “el Magnífico”, o Cosme I, “el gran duque” colocaron a la pequeña ciudad italiana en la élite del mundo civilizado. Como ocurrió con las grandes casas europeas que dominaron la escena política de la Edad Moderna, su ambicioso camino hacia el poder no estuvo exento de polémicas, conjuras y asesinatos. Pero a todo ello los Médicis sumaron una cualidad única: su amor y dedicación a las artes, las letras y las ciencias, transmitido, como si de una herencia genética se tratara, de generación en generación. Proteger y fomentar la cultura fue misión primordial a la vez que placentera para la familia.
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