Sin pretender definir qué es el zen ni responder a su más famoso koan (un acertijo imposible de resolver mediante el pensamiento convencional; en este caso, el sonido de una palmada), este pequeño libro superventas con cerca de medio millón de ejemplares impresos nos propone un espíritu zen inconfor...
Sin pretender definir qué es el zen ni responder a su más famoso koan (un acertijo imposible de resolver mediante el pensamiento convencional; en este caso, el sonido de una palmada), este pequeño libro superventas con cerca de medio millón de ejemplares impresos nos propone un espíritu zen inconformista que nos obliga a observar el mundo desde otra perspectiva.
En cada una de sus páginas aparecen citas, frases, historias, koanes, haikus y poemas, una combinación que aúna el espíritu y el formato de un libro de meditación con una sabiduría de más de 2.500 años: Lao-tzu y Groucho Marx, William Carlos Williams y El Principito, D. T. Suzuki y Walker Percy, Buda y la Biblia, Einstein y Gertrude Stein. Estamos ante un canto a la intuición: "Aquel que desee conocer el camino por el que transita debe cerrar los ojos y avanzar en la oscuridad" (San Juan de la Cruz); a la individualidad: "No te afanes en seguir los pasos de los hombres que nos han precedido; afánate en encontrar lo que ellos buscaron" (Basho); a la simplicidad de la naturaleza: "Entre veinte montañas nevadas/lo único que se movía/era el ojo del mirlo" (Wallace Stevens); a la ingenua espontaneidad: "Buenas noches, estrellas. Buenas noches, aire" (Margaret Wise Brown); a la paradoja irreverente: "Al ver el retrato de un barbudo Bodhidharma, Wakuan protestó: "¿Por qué no lleva barba ese hombre?"". Y, sobre todo, al simple placer de vivir el momento: "Corta leña, acarrea agua".
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