Yun Sun Limet nunca podrá olvidar la última conversación que tuvo con su amigo, el filósofo Jacques Derrida. Ella estaba en plena mudanza, huyendo de París, comenzando otra vida, y él estaba ya enfermo de cáncer. Él le dijo que esperaba que el nuevo tratamiento funcionara mejor, pero murió apenas un...
Yun Sun Limet nunca podrá olvidar la última conversación que tuvo con su amigo, el filósofo Jacques Derrida. Ella estaba en plena mudanza, huyendo de París, comenzando otra vida, y él estaba ya enfermo de cáncer. Él le dijo que esperaba que el nuevo tratamiento funcionara mejor, pero murió apenas unos meses después. Ella no podía imaginar entonces que al poco se vería siguiendo un tratamiento muy parecido y afrontando la posibilidad de una muerte temprana. Y es precisamente este vuelco inesperado de su propia existencia el que da origen a este libro. Gravemente enferma, la autora debe pasar un larga temporada en un hospital y allí comienza a escribir a una serie de amigos, con los que desarrolla una meditación al tiempo íntima y teórica, de enorme lucidez y belleza, sobre el sentido de la vida y, muy especialmente, del trabajo. Pues el trabajo, lo queramos o no, está siempre en el centro de nuestras vidas, y quizás sólo cuando la enfermedad y la muerte realmente nos acechan, y nos obligan a alejarnos de los despachos y las oficinas, somos conscientes del valor de todas esas horas consagradas a otros y en beneficio de otros. Y la reflexión sobre ese tiempo «cedido» nos conduce a un interrogante mayor: ¿el trabajo nos acerca a la felicidad o es acaso su mayor obstáculo? Así, a lo largo de treinta y nueve cartas (que no son sino correos electrónicos), Yun Sun Limet se dirige a unos pocos destinatarios privilegiados, repasa de forma brillante la historia y la sociología del trabajo en nuestra civilización, y se pregunta sobre el verdadero papel que éste juega en nuestras vidas. Por supuesto, estas cartas nos traen a la memoria otras correspondencias clásicas, preñadas de auténtica sabiduría vital, como las de Séneca o Thoreau. Al fin y cabo, todas estas epístolas fueron escritas en un hospital con el objetivo quizás último y secreto de apartar a la muerte, componiendo una formidable llamada a la vida. A la vida feliz.
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