Cuando vayan a Dominion, en la Milverton Street no podrán evitar fijarse en una llamativa hilera de bellos edificios antiguos. El que tiene la fachada de piedra rosa y conocidos personajes de la historieta canadiense en la entrada es la sede de Dominion de la Hermandad de Historietistas del Gran Nor...
Cuando vayan a Dominion, en la Milverton Street no podrán evitar fijarse en una llamativa hilera de bellos edificios antiguos. El que tiene la fachada de piedra rosa y conocidos personajes de la historieta canadiense en la entrada es la sede de Dominion de la Hermandad de Historietistas del Gran Norte. Erigida en 1935, ahora es el último bastión del en otros tiempos prestigioso club, exclusivo para socios. Durante años, dicho edificio, repleto con lámparas art decò, sencillos muebles hechos a mano y pasillos llenos de retratos en blanco y negro de los mejores historietistas canadienses, fue el punto de encuentro de los profesionales de la activa comunidad de cómics del «Gran Norte Blanco». Gentes de todos los ramos de la industria se reunían aquí en sus americanas verde oscuro para beber cócteles, comer, bailar y charlar de la historieta.
Seth abre su cuaderno de bocetos a un invisible mundo de cómics canadienses, algunos ficticios, otros no, algunos cómicos, otros agridulces, pero siempre fascinantes en esta imaginativa exploración de la historia de la historieta canadiense. Si Wimbledon Green homenajeaba a los coleccionistas de cómics, La Hermandad de Historietistas del Gran Norte rinde tributo a los dibujantes que esos mismos coleccionistas adoraban.
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