«Mi culto a los libros nació en la infancia con mi fascinación por todo lo impreso. Me acuerdo de que en Vietnam, para procurarme un poco de dinero para mis gastos, solía venderle diarios viejos a una especie de ogro que tenía una tenducha oscura en una callejuela de Saigón. Para llegar allí había q...
«Mi culto a los libros nació en la infancia con mi fascinación por todo lo impreso. Me acuerdo de que en Vietnam, para procurarme un poco de dinero para mis gastos, solía venderle diarios viejos a una especie de ogro que tenía una tenducha oscura en una callejuela de Saigón. Para llegar allí había que cruzar un puente? Cuando lo cruzaba en bicicleta, sentía que abandonaba el mundo real para ir al encuentro de los fantasmas. Como si se tratara de una incursión en lo imaginario, en lo fantástico, en lo prohibido. Malvendiendo esos diarios viejos a un avaro que los usaba para envolver pescado, me sentía como Simón el Mago, culpable de entregar objetos sagrados a cambio de un magro bien temporal. Porque las palabras, aun desvalorizadas, aun escritas en un diarucho, me parecían sagradas.»Un ensayo literario acerca de la profunda huella que dejan los libros y la influencia que ejerce la lectura en la formación de la personalidad. Un repaso personal acerca de la lengua, la identidad y el lugar que ocupa hoy en día la literatura.
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