Un lunes por la mañana Federico Esperanto -músico de treinta y cinco años, atormentado, entre otras muchas cosas, por el estigma de su apellido y la imagen de James Dean- intuye que la semana que está por afrontar va a ser «una de esas semanas». Y no se equivoca. A lo largo de siete días tan trágico...
Un lunes por la mañana Federico Esperanto -músico de treinta y cinco años, atormentado, entre otras muchas cosas, por el estigma de su apellido y la imagen de James Dean- intuye que la semana que está por afrontar va a ser «una de esas semanas». Y no se equivoca. A lo largo de siete días tan trágicos como risibles, Esperanto sufre su pasado, padece su presente y, quizá, consiga atrapar esas canciones fugitivas que le prometen un futuro mejor. Fresán no sólo nos presenta a un «héroe» e ntrañable -acompañado de una galería de freaks que incluye a un gigantesco publicitario obsesionado por sus secreciones corporales, una top-model con delirios místicos, un joven zombie ídolo de la televisión, un guerrillero lisérgico, un tío inflamable y estudioso de las ciencias ocultas, un psicoanalista más que paciente y un disco-militar genocida-, sino que además explora los vicios y las gracias de un país sacudido entre las sombras de un lúgubre pasado reciente y la histeria encandilante de la modernidad.
«Este país se vuela, se va, se pierde. Puede ser. En Esperanto, la novela de Rodrigo Fresán, la Argentina es algo ocurrido y enterrado, un enigma, un dudoso objeto de cuidadosa memoria. Fresán lo ve así y elabora un presente difuso que transucurre en un futuro ya pasado.» Osvaldo Soriano
«Para aquellos que no se resignan a que la literatura latinoamericana sea nada más que el realismo mágico hot, el descubrimiento de Rodrigo Fresán se impone como la elección ideal. Como Borges y como Cortázar, este joven narrador es específicamente argentino y, por lo tanto, habla y escribe acerca de todo: de sus obsesiones y de su existencia desdoblándose siempre en autor y actor. Fresán invoca a Proust, pero a un Proust dotado del odio jubiloso de Céline.» Nelly Kaprièlan, Les Inrockuptibles.
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