Mucha gente cree que los policías locales son una especie de sheriffs pagados por los Ayuntamientos para perseguir a los conductores con la única finalidad de recaudar dinero con las multas. Pero detrás de cada policía hay un ser humano con una gran vocación de servicio y que en su labor diaria se e...
Mucha gente cree que los policías locales son una especie de sheriffs pagados por los Ayuntamientos para perseguir a los conductores con la única finalidad de recaudar dinero con las multas. Pero detrás de cada policía hay un ser humano con una gran vocación de servicio y que en su labor diaria se encuentra con las situaciones más singulares y divertidas. Un policía que va a multar a un vehículo que está aparcado sobre una acera frente a una peluquería y que observa cómo del local sale un hombre a medio pelar y le dice al agente que no le multe porque sólo ha venido a coger número. Una señora pide auxilio a una pareja de policías porque en unos grandes almacenes no habían accedido a cambiarle un artículo, a pesar de que tenía su ticket y, tras una peregrina discusión, la mujer le muestra a los agentes el artilugio en cuestión, que no era otra cosa que un gran consolador metálico que la asombrada mujer aseguraba que incluso había lavado antes de devolverlo. En Poli de Patrulla se recogen infinidad de situaciones reales como éstas y otras muchas que han sucedido a lo largo de toda la geografía nacional, algunas de ellas ilustradas, por increíbles que parezcan, con las fotos de la situación, otras recreadas a la imaginación de ilustraciones, y finalmente todas ellas desternillantes a poco que el lector se las imagine.
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