Somos hijos de lo cotidiano, y bienvenido sea. Pero de vez en cuando, nuestra alma de raíz vagabunda necesita que el roce de lo excepcional la despierte. Necesita sentir que la posibilidad de la hazaña, de la gloria, de lo inmenso, rodea ese cuenco cotidi
Somos hijos de lo cotidiano, y bienvenido sea. Pero de vez en cuando, nuestra alma de raíz vagabunda necesita que el roce de lo excepcional la despierte. Necesita sentir que la posibilidad de la hazaña, de la gloria, de lo inmenso, rodea ese cuenco cotidi
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