Cuando Bernardo Gutiérrez pisó la Amazonia brasileña, supo que ya había amado aquellos colores, aquellos ríos. De niño había pasado dos años en Caracas, y guardaba tenues imágenes de indígenas, aguas negras y hormigas gigantes. Fue corrigiendo aquellos recuerdos. En su último viaje, desde Manaos has...
Cuando Bernardo Gutiérrez pisó la Amazonia brasileña, supo que ya había amado aquellos colores, aquellos ríos. De niño había pasado dos años en Caracas, y guardaba tenues imágenes de indígenas, aguas negras y hormigas gigantes. Fue corrigiendo aquellos recuerdos. En su último viaje, desde Manaos hasta la desembocadura del Amazonas, recorrió una tierra de doble filo, al mismo tiempo cielo y verde infierno. Naturaleza exuberante y perfumada, frente a lluvias ingobernables, humedad y barro. Del lado del cielo, la magia, los botos o delfines rosados que se convierten en hombres. Del infierno, la desigualdad crónica, los esclavos y las diezmadas tribus indígenas, las madereras y las multinacionales de la soja. Como revela el autor, el puzle amazónico está hecho de historia densa e inverosímil, con formigas de fogo de picadura abrasadora, barcos impuntualísimos y ungüentos mágicos. Este es un viaje que contiene muchos otros, un viaje por el rincón más olvidado del Brasil.
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