Cuando era joven, intentaba orientarme en el mundo que se precipitaba hacia el abismo de una dictadura cuya realidad concreta no había sido prevista, ni querida, ni imaginada por nadie, y menos aún por aquellos que habían deseado y aclamado su advenimiento: el único libro que entonces fue capaz de d...
Cuando era joven, intentaba orientarme en el mundo que se precipitaba hacia el abismo de una dictadura cuya realidad concreta no había sido prevista, ni querida, ni imaginada por nadie, y menos aún por aquellos que habían deseado y aclamado su advenimiento: el único libro que entonces fue capaz de decirme algo lúcido sobre ese mundo desconocido fue Los dioses tienen sed. Gamelin tal vez sea el primer retrato literario de un ?artista comprometido?. No obstante, lo que me cautivó de la novela de France no fue la denuncia de Gamelin, sino el misterio de Gamelin. Digo ?misterio? porque ese hombre, que terminó por enviar a decenas de personas a la guillotina, habría sido sin duda, en otra época, un amable vecino, un buen compañero y un artista dotado. ¿Cómo puede un hombre indiscutiblemente honesto llevar oculto a un monstruo? El novelista no escribió su novela para condenar la Revolución, sino para examinar el misterio de sus actores, y con éste otros misterios, el misterio de lo cómico que se desliza por entre los horrores, el misterio del aburrimiento que acompaña los dramas, el misterio del corazón que disfruta con cabezas cortadas, el misterio del humor como último refugio de lo humano?" Fragmento de Un encuentro, de Milan Kundera
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