Recién inaugurado el siglo XXI, la presencia de Friedrich Nietzsche (1844-1900) nos sigue acosando de manera, cuando menos, inquietante. Entre otras razones, la inhospitalidad de su mensaje brilla de manera especial en nuestro espacio filosófico contemporáneo a causa de la radicalidad y hondura de s...
Recién inaugurado el siglo XXI, la presencia de Friedrich Nietzsche (1844-1900) nos sigue acosando de manera, cuando menos, inquietante. Entre otras razones, la inhospitalidad de su mensaje brilla de manera especial en nuestro espacio filosófico contemporáneo a causa de la radicalidad y hondura de su crítica a los fundamentos metafísicos de la cultura occidental. Su reflexión inaugura un arduo trabajo de demolición del legado valorativo erigido tras la irrupción del cristianismo y de su principal antecedente, lo que Nietzsche denomina bajo los rótulos de "platonismo" o sencillamente "la moral". Ubicada, según sus propias palabras, "en la contradicción entre el hoy y el mañana", la figura de Nietzsche entendida bajo el rótulo de crítico de la moral se ofrece por tanto al siglo venidero bajo un doble signo: como un epílogo tardío de la tradición occidental y, al mismo tiempo, como un hijo prematuro de un futuro todavía por construir. En esa medida es comprensible que su obra haya sido objeto de sugerentes exégesis, pero también de grandes tergiversaciones.
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