La televisión, para un niño de 1968, era la otra ventana al mundo; era ese aparato que empezaba a presidir los salones de todas las casas, que mostraba las ficciones del Régimen y las otras, aquellas que estimulaban la imaginación de los niños.Aquella España gris no impidió que los niños de esa époc...
La televisión, para un niño de 1968, era la otra ventana al mundo; era ese aparato que empezaba a presidir los salones de todas las casas, que mostraba las ficciones del Régimen y las otras, aquellas que estimulaban la imaginación de los niños. Aquella España gris no impidió que los niños de esa época transformaran las sensaciones en blanco y negro de la tele, en emociones de colores en sus calles, en sus barrios y sus pueblos. Este libro también es un homenaje a los niños de la generación de Juan Álvarez (probablemente la primera audiovisual), que se lo montaron para ser felices y que lucharon contra los 2 rombos de la tele y contra los dos rombos de la vida, esa que prohibía tantas cosas.
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