Detrás de cada día se esconde un beso distinto. Un beso que aguarda, paciente, a que lo descubras y juegues con él.
Que no haya invierno sin besos si ese es tu deseo.
Que un beso tornado te lleve hasta Cupido
y que Cupido te conduzca hasta Japón
el mes en que florecen los cerezos.
Tanto si en abril un amor te espera en cada puerto
como si en mayo encuentras tu media naranja,
la primavera es un páramo si no hay besos.
Y si en junio te da por trepar un árbol
o en julio quieres comerte un bombón,
el verano es un desierto si no hay besos.
Por eso no esperes un beso que no existe
y rompe el cristal de la burbuja una tarde de septiembre:
plántale un beso a la persona que te guste,
pues un otoño sin besos no es otoño.