A los diez años ya había sobrevivido a dos guetos, el campo de exterminio de Auschwitz y el de Sachsenhausen, y a la terrible «Marcha de la Muerte» de 1945. El número B-2930 tatuado en su brazo forma parte de su vida. «No me quiero borrar el número. Nunca quise. Es parte de mi vida, es mi identidad....
A los diez años ya había sobrevivido a dos guetos, el campo de exterminio de Auschwitz y el de Sachsenhausen, y a la terrible «Marcha de la Muerte» de 1945. El número B-2930 tatuado en su brazo forma parte de su vida. «No me quiero borrar el número. Nunca quise. Es parte de mi vida, es mi identidad.» La vida de Thomas Buergenthal ha sido un duro camino desde que nació en 1934, de padres judíos alemanes, hasta convertirse en juez de la Corte Internacional de Justicia en el año 2000. Entre estas dos fechas, sobrevivió a los campos nazis, se educó en Estados Unidos y se dedicó al derecho internacional y a la defensa de los derechos humanos. Su autobiografía es un claro homenaje a las poderosas palabras de su padre: «No desesperar bajo ningún concepto». El pequeño Buergenthal hace suyas estas palabras y conserva, con inmensa voluntad de sobrevivir, su vida y sus principios, sin sucumbir a la tentación del odio ni al cinismo. Los campos de exterminio no sólo no lo quebraron, sino que lo convirtieron en una persona que buscará siempre la justicia y el respeto de los derechos humanos.
«Un libro escrito de forma tan contenida que impresiona.» Lola Huete, El País
«Después de haber luchado toda su vida por los derechos humanos, Thomas Buergenthal se decidió por fin a luchar contra el fantasma de su pasado: la infancia de un niño polaco en el campo de Auschwitz.» Javier del Pino, El País
«Lo que impresiona al hablar con supervivientes de Treblinka, Auschwitz, Mathausen... es el proceso de su memoria: la mayoría tiene dificultades para recordar lo que hicieron ayer, pero retienen con precisión su vida en los campos. Dirías que sobreviven solo para recordar. Thomas Buergenthal también ha sido afortunado en esto: recuerda el ayer, pero vive el presente.» José Martí Gómez, La Vanguardia
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