En 1991 Mariusz Wilk se instaló en las islas Solovki, en los confines septentrionales de Rusia, auténtico microcosmos, según él, de los despojos del imperio soviético, y allí pasó ocho años observando y relatando la vida cotidiana de Rusia, sus contradicciones, miserias y grandezas. Creó un document...
En 1991 Mariusz Wilk se instaló en las islas Solovki, en los confines septentrionales de Rusia, auténtico microcosmos, según él, de los despojos del imperio soviético, y allí pasó ocho años observando y relatando la vida cotidiana de Rusia, sus contradicciones, miserias y grandezas. Creó un documento en forma de diario que incluye un glosario y fotografías y que está entre el reportaje de actualidad y el relato histórico literario que describe una Rusia postsoviética, cuna de la iglesia ortodoxa, tierra de exilio y campo de pruebas del gulag, no en vano fue el primer territorio donde se instaló un campo de concentración.
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